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No me lo enseñó Bertolt Brecht, solamente. Me lo dijo y aprendí de Don Delfín (con camisa a rayas) que todos tenemos una lucha en la vida y que nadie tiene un pasar tranquilo sin pelear esa lucha.

Don Delfín nos contó a través de "Radio Periferia" que en ocasiones se para frente a la huerta y recuerda sus años floridos en San Pedro dónde peleó codo a codo a favor de los campesinos y cultivó día a día para criar a sus hijos. 

Hoy a sus pocos más de 50 años, se dializa 3 veces por semanas porque tiene problemas del riñón. 

Abandonó el campo por el frío Hospital, cambió su arado por la maquina dializadora, el silbido de los pájaros por el ruido de la ciudad y el tape po'i de la campiña por el sendero que conduce a la sala de tratamiento. Aún así, don Delfín tiene vida digna gracias a la ayuda que recibe, y persiste en él la esperanza de volver a su San Pedro querido.. 

Para que eso ocurra es esencial que el gobierno priorice la salud como eje central de su administración - al igual que educación-, de esa forma logrará que haya mayor inversión en máquinas dializadoras que cuestan alrededor de 160 millones y disminuirá la larga espera que deben soportar los tratados, que consecuentemente disminuirán su sufrimiento. 

Si el Ministerio de Salud y como órgano matriz, el gobierno central, invirtiesen más en Salud y concretamente en médicos y recursos técnicos los enfermos renales pueden ser tratados en sus respectivas comunidades sin sufrir el desarraigo que duplica su ya postergado flagelo.

No me lo enseñó Bertolt Brecht