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ora et labora es la frase que se me quedó cuando estudiaba historia. Volvió a mi mente, cuando repentinamente visitamos una zona boscosa de Encarnación y apareció el Hermano Ladislao.

A un costado del asfaltado que conecta con el oratorio de La Virgen de Itacuá, a 12 Kilómetros vimos un cartel que dice "Ermitaño Roga". Fuimos invitados por Ladislao a ingresar a un espeso bosque. En la entrada hay un frondoso árbol que hace de puerta de acceso.

Ladislado hace 27 años que vive allí, consagrado a la oración y la naturaleza.

Inmediatamente mi mente se transportó al S. V-VIII donde los Monjes Benedictinos y ermitaños o anacoretas de la Edad Media se retiraban al desierto para huir de la corrupción y la perversidad del mundo urbano.

Caminamos en fila por el estrecho sendero. El ermitaño iba adelante contando su forma de vida. Vestía una sotana marrón, un cinturón negro y unas viejas sandalias de cuero marrón. Es un hombre de 68 años, flaco de una estatura media, como 1.65. Tenía el pelo mojado y peinado a un costado.

El tape po`i que nos lleva a su casa no estaba muy gastado. Se veía el pasto verde, así también el verdor de los arboles a ambos costado. Los rayos solares casi no tenían cabida en el lugar. Luego de caminar unos dos minutos del acceso principal llegamos a la casa.

La pequeña casita está situada en medio de un pequeño circulo que se limpió para la construcción. Mirando arriba se veía el cielo azul, nada más.

Quedé mirando la casa que estaba cercado en forma rudimentario con tejido de alambre y postes de madera que lo construyó el ermitaño. La pequeña casita estaba construida con forma de "oga tupanoi", pero con ladrillos y techo de zinc.

Por dentro, el habitáculo estaba dividido en dos: Hacia donde se encuentra el sendero estaba la habitación que mide 5 x 2, que a la vez funge de capilla. En la parte posterior se encuentra el sanitario. Todo el espacio tenía azulejos, estaba bien aseado e iluminado.

Ladislao extrajo una pequeña colchoneta de cuero negro que utiliza para dormir y un manuscrito que utiliza para orar. 

Sale del sendero, solamente los domingos para impartir clases en el oratorio de la Virgen de Itacuá.

Se levanta a las 4:30 de la mañana, diariamente e inicia el ritual de la oración, toma mate. Tiene una pequeña huerta donde cultiva y del cual se surte para preparar el alimento y luego inicia su jornada laboral.



A un costado de su casa se encuentra un árbol de gran tamaño cuya sombra alberga los utensilios que utiliza para trabajar como carpintero. También vimos los bancos de maderas y las mesas construidos por él. Se alimenta de animales silvestres, verduras y frutas y en ocasiones, si encuentra, miel.

No muy lejos, se oye el ruido que hace el fluido del agua que corresponde al Rio Paraná cuyo liquido vital es su recurso principal. 

La vida del ermitaño está consagrada a la oración. La soledad y el desapego son leyes que cumplen como ley primaria. Se dedican a la liturgia de noche y de día. administra su actividad de forma disciplinada. La dedicación al trabajo es otra exigencia. Esta practica se realiza desde la edad media. San Benito es el precursor de la famosa frase "ora et labora" - orar y trabajar - que identifica a los ermitaños.

27 años viviendo solo en el bosque


ora et labora es la frase que se me quedó cuando estudiaba historia. Volvió a mi mente, cuando repentinamente visitamos una zona boscosa de Encarnación y apareció el Hermano Ladislao.

A un costado del asfaltado que conecta con el oratorio de La Virgen de Itacuá, a 12 Kilómetros vimos un cartel que dice "Ermitaño Roga". Fuimos invitados por Ladislao a ingresar a un espeso bosque. En la entrada hay un frondoso árbol que hace de puerta de acceso.

Ladislado hace 27 años que vive allí, consagrado a la oración y la naturaleza.

Inmediatamente mi mente se transportó al S. V-VIII donde los Monjes Benedictinos y ermitaños o anacoretas de la Edad Media se retiraban al desierto para huir de la corrupción y la perversidad del mundo urbano.

Caminamos en fila por el estrecho sendero. El ermitaño iba adelante contando su forma de vida. Vestía una sotana marrón, un cinturón negro y unas viejas sandalias de cuero marrón. Es un hombre de 68 años, flaco de una estatura media, como 1.65. Tenía el pelo mojado y peinado a un costado.

El tape po`i que nos lleva a su casa no estaba muy gastado. Se veía el pasto verde, así también el verdor de los arboles a ambos costado. Los rayos solares casi no tenían cabida en el lugar. Luego de caminar unos dos minutos del acceso principal llegamos a la casa.

La pequeña casita está situada en medio de un pequeño circulo que se limpió para la construcción. Mirando arriba se veía el cielo azul, nada más.

Quedé mirando la casa que estaba cercado en forma rudimentario con tejido de alambre y postes de madera que lo construyó el ermitaño. La pequeña casita estaba construida con forma de "oga tupanoi", pero con ladrillos y techo de zinc.

Por dentro, el habitáculo estaba dividido en dos: Hacia donde se encuentra el sendero estaba la habitación que mide 5 x 2, que a la vez funge de capilla. En la parte posterior se encuentra el sanitario. Todo el espacio tenía azulejos, estaba bien aseado e iluminado.

Ladislao extrajo una pequeña colchoneta de cuero negro que utiliza para dormir y un manuscrito que utiliza para orar. 

Sale del sendero, solamente los domingos para impartir clases en el oratorio de la Virgen de Itacuá.

Se levanta a las 4:30 de la mañana, diariamente e inicia el ritual de la oración, toma mate. Tiene una pequeña huerta donde cultiva y del cual se surte para preparar el alimento y luego inicia su jornada laboral.



A un costado de su casa se encuentra un árbol de gran tamaño cuya sombra alberga los utensilios que utiliza para trabajar como carpintero. También vimos los bancos de maderas y las mesas construidos por él. Se alimenta de animales silvestres, verduras y frutas y en ocasiones, si encuentra, miel.

No muy lejos, se oye el ruido que hace el fluido del agua que corresponde al Rio Paraná cuyo liquido vital es su recurso principal. 

La vida del ermitaño está consagrada a la oración. La soledad y el desapego son leyes que cumplen como ley primaria. Se dedican a la liturgia de noche y de día. administra su actividad de forma disciplinada. La dedicación al trabajo es otra exigencia. Esta practica se realiza desde la edad media. San Benito es el precursor de la famosa frase "ora et labora" - orar y trabajar - que identifica a los ermitaños.

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